jueves, 9 de diciembre de 2010

La Pequeña Crónica De Ana Magdalena Bach

Estas son algunas líneas del referido texto:

Al pensar en mi situación privilegiada, siento en el corazón un peso agradable, y es que llevo en el toda la música que escribió Sebastián desde nuestra boda hasta su muerte, que tiene para mi un valor que no puede tener nadie. Yo la ví venir al mundo, yo la leí antes de que la viese ninguna mirada humana, y Sebastián me hablaba de ella y me explicaba lo que yo no era capaz de comprender…

…..Alguna vez, aunque no con frecuencia, el manantial no quería fluir. Entonces escribía aproximadamente una docena de compases, se le escapaba un sonido gutural de disgusto y tachaba con la pluma lo que acababa de escribir. Luego apoyaba la cabeza en las manos y se quedaba inmóvil y silencioso, a veces bastante rato y generalmente un par de minutos. De pronto levantaba la cabeza y exclamaba, sonriente, dirigiéndose a mí: ¡naturalmente, así debe ser!, y volvía a escribir de nuevo[1].
Con estas frases tan sencillas, Ana Magdalena nos introduce en el mundo de la composición, en esos momentos íntimos de desesperación que muy a menudo,(unos más que otros) visitan a cualquiera que se dedica a escribir música. La desesperanza que se siente al no encontrar la resolución esperada, el vacío, la angustia de Ana por su compañero y por fin, el desenlace feliz, y la alegría de ambos. Incluso me atrevería a decir la de ella, más que la de Johann. Cuando leí la primera vez la novela, me impresionó verdaderamente, en muchos aspectos. Todo aquel que se dedique profesionalmente a la música encontrará momentos con los que sentirse identificados, y otros de empatía hacia personas tan humanas.


  [1] BACH, Ana magdalena: La pequeña crónica de Ana magdalena Bach. Ed. Juventud. Barcelona 1940. Pág.: 78-7

www.editorialjuventud.es/2020-5.html

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